viernes, 20 de febrero de 2015

SAMIH: transa de Ahued Ortega y Mancera Espinosa

Primera parte
Valentín Cardona
19 de febrero de 2014




La implantación y puesta en operación de un “Sistema de Administración Médica e Información Hospitalaria (SAMIH)”, con Expediente Clínico Electrónico (ECE) “incluido”, en la Secretaría de Salud del Distrito Federal (SEDESA), ha servido al jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera Espinosa y a su secretario de Salud, José Armando Ahued Ortega, para promoverse a diestra y siniestra en el país como vanguardistas e innovadores en materia de salud.

Nada más alejado de la realidad. Al contrario, el berrinche SAMIH arrastra en sí una estela de incoherencias, imprecisiones y falta de planeación, factores perfectos que conjugados abren paso a la corrupción y a la impunidad. A la fecha, el SAMIH debería estar operando casi en un 80 por ciento; en la realidad, el avance no llega siquiera al 15 por ciento, confían al autor personal administrativo de distintos hospitales, supuestamente beneficiarios del sistema.

En los hechos, el SAMIH fue concebido como un mero esquema propagandístico y electorero, sería una especie de experimento, que se transformó de repente en “proyecto estrella” de Mancera y Ahued en la SEDESA y para todo el Gobierno del Distrito Federal (GDF). Solo que el costo publicitario podría superar los 400 millones de pesos y terminar convertido en una transa más de Mancera y Ahued en perjuicio de las finanzas de la capital y en un frío derroche de recursos públicos a pesar del detrimento cada día mayor de la calidad de la atención en la red hospitalaria del DF, la falta de insumos, medicamentos, equipo y personal.

Mancera y Ahued escogieron como parte del enjuague al poderoso Carlos Slim, mediante su empresa estrella Teléfonos de México. Telmex a su vez se “asoció” con Everis, “una consultora multinacional que ofrece soluciones de negocio, estrategia, desarrollo y mantenimiento de aplicaciones tecnológicas, y outsourcing”, según su página de Internet.

El reparto multimillonario se hizo mediante el procedimiento de Licitación Pública Nacional Presencial número LA-909014968-N01-2013, y se selló a través del contrato DA-SEDESA-01-2013, vigente de diciembre de 2013 a diciembre de 2015. Según el contrato, “las partes” establecieron que el GDF pagaría al proveedor un monto de prácticamente 230 millones de pesos.

El contrato también estableció que el GDF aceptaría “entregas parciales” y se estableció al mismo tiempo una forma de pago en parcialidades fijas, sin importar otra condición. Así las cosas y a pesar de pocos avances, el GDF pagó a Everis-Telmex unos 125 millones en 2014; del 1 de enero al 1 de marzo de 2015, el GDF habrá pagado otros 53 millones, lo que representaría el pago del 75 por ciento del total contratado, contra un 15 por ciento de cumplimiento real en el contrato.


Valemadrismo y vicios ocultos

A pesar de que la entrega de recursos públicos de parte del GDF a Telmex-Everis sigue incesante, los resultados son poco prometedores. De acuerdo a la información obtenida por Imagen Médica, una vez que se firmó el contrato, autoridades de SEDESA y del GDF “se dieron cuenta” que no tenían la mínima idea de lo que habían hecho, pues carecían en su totalidad de la infraestructura que requería el tramposo proyecto SAMIH para entrar en operación.

“Es como construir una casa sin cimientos”, dice una fuente entrevistada al autor. “Pasaron varios meses en total valemadrismo y ahora estamos pagando las consecuencias”, asegura.
Y es que una vez firmado el contrato, los proveedores Telmex-Everis comenzaron a exigir a Ahued Ortega y a Mancera Espinosa los requerimientos mínimos para comenzar el proyecto contratado, pues realmente no existía nada para que se iniciara. Telmex-Everis sabían que existían infinidad de vicios ocultos en la licitación y por eso le entraron.

El letargo de Miguel Ángel Mancera llegó a tal grado, que seis meses después de iniciado el proyecto, los proveedores se vieron en la necesidad de fijar sedes alternas para la ubicación de los servidores que servirían de base al fantástico SAMIH, al tiempo que, de forma desesperada, el GDF comenzó a tirar palos de ciego y contratar servicios de reparación de antenas de transmisión de datos, licitaciones al vapor de computadoras, impresoras y accesorios necesarios para el funcionamiento del sistema, lo que en realidad ha aumentado el costo del proyecto SAMIH hasta casi el doble.

“Pero eso sí -asegura nuestra fuente-, dos o tres veces Ahued Ortega y Mancera Espinosa han convocado a los medios a acudir a hospitales en donde supuestamente ya se instaló el SAMIH de manera satisfactoria, pero es una mentira, un valemadrismo –repite-, se contrató un servicio para 31 hospitales de la red de SEDESA y quieren vernos la cara de pendejos con supuestas entregas parciales en medio de faramallas publicitarias”, remata. En tiempos electorales, Mancera está desbordado.

En países con un gobierno serio, las obras o servicios que se contratan a menudo son “inauguradas” por los gobernantes que las anunciaron o prometieron, pero en el caso de México, a los gobernantes les encanta “inaugurar” obras o servicios a medias, incluso, obras que nunca se terminan o terminaron, es el caso de Ahued Ortega y de Mancera Espinosa. Son la copia burda y vulgar del estilo Peña Nieto de gobernar.

Como remate, Imagen Médica pudo constatar que la supuesta “capacitación” al personal de  los pocos hospitales en donde el SAMIH se ha “instaurado con éxito”, ha sido un fiasco rotundo, pues en “visitas a la carrera”, los proveedores “han tratado de capacitar nada más para cumplir un requisito del enmañado contrato”.


Entre transas te veas

La explosión de una pipa de gas de la empresa Gas Nieto en el Hospital Materno Infantil de Cuajimalpa perteneciente a la red de SEDESA, dejó al descubierto la compleja red de corrupción al interior de la SEDESA y del GDF. Ese era un hospital construido en un 80 por ciento de tablaroca y de pésima calidad y en el que no funcionaron los procedimientos básicos de protección civil. El concepto de “hospital seguro” que tanto le gusta promocionar a Ahued Ortega y a Mancera Espinosa en medios nacionales e internacionales, quedó también sepultado. De manera “picuda” Mancera Espinosa hizo desplegar una intensa e inmensa campaña publicitaria en donde los héroes del rescate fueron policías y ciudadanos, la frase “solidaridad de los mexicanos” se explotó hasta el cansancio.

A Ahued Ortega y Mancera Espinosa les urgía un distractor de la tragedia, de los muertos en medio de escenas dramáticas de angustia y de terror para disfrazar lo que en el fondo era más que evidente. Hasta ahora, la estrategia les funcionó de manera aparente, pues nadie acusa el evidente estado de las instalaciones y a pesar del gasto que se ejerce para tratar de mantener los hospitales “seguros”.

El medio de comunicación Sin Embargo publicó: “El médico anestesiólogo Agustín Herrera, quien se encontraba de guardia a la hora de la explosión, narró a que llevaban cerca de 10 minutos percibiendo un olor a gas. Vio cómo el humo empezó a entrar al hospital. Dijo que como las instalaciones están en una pendiente, el humo avanzó hacia abajo, hacia el área de cuneros, que fue donde se sintió en un principio la detonación. Cuando vio el humo, iba camino a un patio con otros amigos. Por eso no resultaron heridos.

El doctor Herrera dijo que el hospital no cuenta con salidas de emergencia. Hace tres años, contó, como representante del sindicato solicitó una salida de emergencia en la entrada que da al mercado. Hace 7 u ocho años, el hospital fue remodelado. Desde entonces, las paredes son simples paneles de tabla-roca, Eso pudo permitir que el fuego se expandiera o agudizara la gravedad de la explosión.

La médico laboratorista Laura Díaz dijo que ella pudo salir porque el encargado de Recursos Humanos se lo indicó cuando vieron el humo. Narró que, para entonces, habían pasado 12 o 15 minutos de que se percató del olor a gas. Díaz calculó que hubo unos 20 empleados, entre enfermeras, camilleros y recepcionistas.”

Como explotó una pipa de gas de una de las empresas gaseras más corruptas e impunes del país, Mancera Espinosa encontró la forma de justificarse, pero en otro aspecto de relevancia se encuentra que el GDF y la SEDESA erogan cuantiosos recursos públicos y publicitan a nivel nacional e internacional sus avances médicos y hospitalarios en materia de atención a pacientes quemados.

Según Ahued y Mancera, “las quemaduras representan un grave problema de salud pública, ya que además del riesgo inminente de muerte que tienen, existe una alta posibilidad de dejar secuelas estéticas, de movilidad y funcionalidad. Estos eventos súbitos ocasionan trastornos psicológicos, sociales, familiares y laborales durante un periodo indeterminado o incluso, durante toda la vida.

Con el propósito de disminuir los efectos antes mencionados, la Secretaría de Salud cuenta con servicios especializados en el manejo de esta situación apremiante, los cuales incluyen el tratamiento inicial, en estado crítico y la rehabilitación correspondiente. Estos servicios se encuentran localizados en Unidades para atención de pacientes adultos y pediátricos.”

Pero ninguno de los pacientes tratados por quemaduras con motivo de la “tragedia” de Cuajimalpa, fueron atendidos por la SEDESA ni por el GDF. Lo único cierto es que con retiro de “miles de toneladas” de escombros del Hospital de Cuajimalpa, Mancera Espinosa trata de sepultar también la red de complicidades y corrupción al interior de su gobierno y de la SEDESA.




valentin_imagen@hotmail.com

miércoles, 11 de febrero de 2015

Palabras

Por Alicia Alejandra
Twitter: @Alisless

Alguna vez solo han sido necesarios algunos intentos, cuando tengo la necesidad de sacar lo que llevo dentro.

Las mismas palabras, escritas o hablada en distintas situaciones, con diferentes protagonistas creando varios escenarios que causan reacciones totalmente confusas. Desde una sonrisa, alegrías, tristeza, incluyendo dolor, odio, amor.

Todo en solamente palabras, sin remordimientos, sin causas y a veces sin dedicatorias. Todas ellas amontonadas queriendo salir, desaparecer, torturar o algunas palabras dichas con demasiada frialdad.
Dejarse llevar…

Y dándome cuenta, que los significados han comenzado a fluir, las frases a construirse, los párrafos a llenarse de sinsentidos o con mucho sentido.


De un tiempo para acá, los borrones y tachones abundan más. También los silencios. Y los puntos y aparte. De los suspensivos, prefiero ni hablar…


Tengo la sensación de que tras cada pausa lograda, lo plasmado en palabras estará oculto para quien no se atreve a ver, estará ahí para siempre tratando de darle algún significado a nuestras vidas, pero para eso hay que atrevernos a encontrarlas.

Y en mis finales termino no siempre con punto final, enterrando una parte de mí. 


Y, sobre la mesa, solo quedan hojas escritas, repletas de palabras que aún intento darles alguna razón.




martes, 10 de febrero de 2015

Lamento

Por Luis Fernando Medina



Todo cambia. 

No quería volver aquel jueves. Maldito jueves, como todos los demás días. 

Deseaba seguir inmerso en el hueco de la inmundicia provocada por la intolerancia hacia los días normales, la rutina, la automaticidad de las personas, por la gente en sí. 

Estaba cansado, no me dolía ningún músculo, pero me dolía todo: me dolían las letras y, por primera vez, me dolían los brazos de mi madre y de mi padre y de mis hermanos... me dolía ella.

Me dolía yo. 

Estaba volviendo de entre gusanos negros y coágulos de paz que detenían las paredes, ya de por sí pesadas por el encierro, las cuales se volvieron muros infranqueables.

Derrochaba desdén por casi todo, excepto por la pluma, el cigarro y el café. 

Coleccionaba ideas de nudos de sogas, vías de metro, cuchillos en el cuello, desangramientos por los brazos, luz apagada, encendida, apagada; y qué me saldría de las manos si no es tinta. 

Migraña de diez días. Para qué demonios pensaba en la «no existencia», si de todos modos ya estaba allí, de a poco, pero allí.

Sentía de nuevo el piso bajo mis pies después de días de no sentir nada más que punzadas; me gustan, ya que hacen que no piense mucho en otra cosa que no sea ensayos de la muerte. 

Deambulaba por la habitación como quien deambula sin sueños por la vida, como fantasma, como una rodadora de una duna a otra, como yo mismo en mi cabeza porque me doy cuenta de que mi cuarto es un retrato casi a calca de mi mente: enmarañado, a oscuras, atiborrado de recuerdos, algunas partes sin tocar, silencio, ruido, silencio, ruido, silencio, con telarañas, perdido, sin rumbo, caminando de aquí para allá, de la cómoda a la cama, del cenicero a la taza de medio americano ya frío, de tu blusa a tu recuerdo, evadiendo el desorden en el piso como si fuera un campo minado; ojalá pisara una mina, me encuentro con su rostro y le hablo bajito para que no nos escuchen las voces de adentro, le dibujo una sonrisa y le quito una lágrima que hace que piense que no es el tuyo sino el mío.

Me encuentro un dibujo de una mueca desfigurada que hice meses atrás mientras obedecía a los susurros del Malbec que me terminé en dos tragos y me acuerdo que esa vez también la veía a ella. 

Se me olvidan las cosas por lapsos porque los espejos no tienen memoria, pero la compensan con sinceridad que provoca llanto, enojo, llanto, enojo, enojo, ira (pequeños golpes en las sienes que van dejando huella en los ojos, de esos que ayudan a poner la vista borrosa, pero a ver más claro lo que hay en los cuervos que también te ayudan a que se quede ahí y no salga) y cuarteaduras que dibujan arrogantes cicatrices burlándose de que nunca se borrarán del cuerpo, del alma. 

Y así pasan las fechas con una foto de ella que me vigila y un recuerdo que suena con la perfección de una maldición terrible.


Maldita madrugada en la que volví para darme cuenta que acá dentro todo se ve normal y que yo sigo aquí sin regresar.

jueves, 5 de febrero de 2015

De la vez que le encontré

Por Yovana Alamilla
Twitter: @yovainila

La primera vez que lo vi estaba afuera del centro comercial, de ese que es grande, rosa, y que está lleno de gente que compra montones de cosas que paga a lo largo del año en abonos chiquititos aunque luego no tengan para comer.
Era jueves, estaba oscureciendo y ya era muy tarde porque mi clase diaria de ese idioma que no termina de gustarme ya tenía media hora de haber terminado. Yo estaba en la puerta del establecimiento cuando de repente giré a mi derecha para ver si la librería estaba abierta, y sin querer –o tal vez queriendo- volteé hacia donde estaba usted.
No era la primera vez que nos veíamos, habíamos coincidido ya dos veces en la librería de otro establecimiento, de aquel que está lleno de aves nocturnas. Y cómo iba yo a olvidar aquellos ojos verdes, y aquella camiseta negra que los hacía resaltar.
Nuestras miradas se cruzaron y aún me río al recordar el miedo que nos dio, de estar ahí y encontrarnos, de nuevo, aunque parecía la primera vez.
Saqué el libro que siempre llevo en mi bolso para leer un poco y tranquilizar las palpitaciones locas que ahora usted también conoce, pero justo cuando estaba a punto de saber qué haría Desdémona para justificar la pérdida de su pañuelo, todas las demás personas habían dejado de existir. Escuché una voz grave, levanté la mirada y de pronto usted estaba frente a mí. Usted y su camiseta oscura, usted y sus ojos, usted y sus hermosos ojos.

No podría describir con exactitud quién de los dos se veía más nervioso, si yo que no dejaba de tocar mi cabello, o usted que no dejaba de jugar con sus manos, como siempre lo hace, como siempre lo hacemos. Se presentó, se inclinó, me dio un beso en la mejilla y me invitó a caminar por esa plaza llena de gente que ahora parecía tan vacía, en esa noche tan oscura: la noche en que le encontré, la noche que nos encontramos y que decidimos que no íbamos a dejarnos perder.