miércoles, 15 de febrero de 2012

Me llamo Eugenia


Me llamo Eugenia
Por Bibiana Faulkner


Conocí a Lisa en la fiesta de graduación de Alfonso, mi hermano. De eso hace 16 años ya y ahora ambas tenemos 34. Juntas hemos compartido el dolor por la muerte de los padres de Lisa en un accidente de tránsito y el júbilo del nacimiento de mis gemelos con el hombre que elegí para pasar el resto de mi vida: Conrado. Así los polos de las emociones, así de fuerte nuestra amistad.

Conrado: tan apuesto como trabajador, el mejor padre de familia, el mejor amigo, esposo, hijo, primo, confidente, vecino y todo lo demás; gimnasio de 6 a 8 de la mañana, desayuno de 8 a 9 en nuestro maravilloso hogar, trabajo de 9 a 5 y juntas de 5 a 7, ascender a subdirector de un banco este año no ha sido cosa fácil. Después, él es completamente mío y de mis hijos. Conrado es el prototipo del hombre perfecto y cada día que pasa siento que lo amo con tanta fuerza que me sorprende que no se rompa. Él me regala flores siempre rojas y jugosas, me asombra con entradas al teatro que tanto me apasiona, besa a nuestros hijos como si no quisiera dejar hueco sin tocar y todas las noches se aferra a mis caderas como la primera vez que hicimos el amor. Así de fuerte nuestro matrimonio.

Lisa: gimnasio de 6 a 8 de la mañana, desayuno con ejecutivos de 8 a 9:30 (Lisa es una editora exitosa), trabajo hasta las 7 y después es presa de los bares más exóticos de la ciudad.

Nunca soñé una vida mejor, sin embargo, la excentricidad de Lisa a veces me aplasta. Ella es tan hermosa y vívida, no tiene hijos pero es la soltera más codiciada de la ciudad, lo juro, ¿quién no querría acostarse con una hermosa soltera carismática y culta piel dorada de 34? Todos excepto Conrado, que me ama de una forma desbordante. Y bueno, creo que Lisa tapa con una vida atestada de excesos y sexo casual, cualquier destello de soledad; tengo miedo que nunca encuentre el amor verdadero.

Fui por la mañana a hacer una reservación al Marriot, hotel que está cerca del banco donde trabaja Conrado. Es 29 de diciembre y pasé por primera vez en todo el año a darle una sorpresa a Conrado; he dejado a los gemelos con Andrea, mi vecina, le he dicho que llegaré a medianoche por ellos, que festejaré los primeros 5 años de mi matrimonio con champaña espumosa.

Estoy afuera del banco, sorprenderé a mi esposo cuando salga y le diré que por hoy, posponga sus juntas. ¡Ahora lo veo, trataré de no hacer ruido! ¡Cinco en punto, ahí va Conrado directo a sus juntas! Cinco en punto, Lisa va detrás de él.

Desconcierto.
Los sigo.
El Marriot.
Habitación 1065.
Certeza.
Frío y angustia.
Toco la puerta.
Abre Lisa semidesnuda (¡Recién pasaron 3 minutos!).
Calor seco.
Ira.
Botella en mano.

De su cráneo salió champaña espumosa y de su boca jamás salió una palabra más. Yo maté a Lisa porque ella mató nuestra serenidad. Así de fuerte mi justicia.