miércoles, 7 de noviembre de 2012

Aferrarse

Por Frinee Acosta

Twitter: @kchorraimperial

“Amiga, sigo aferrada a ese pendejo, no puedo dejarlo”, me decía una de mis mejores amigas después de terminar una relación de 5 años con el baboso de su ex y sólo pude hacerme un par de preguntas: ¿Por qué mi amiga sigue pensando en semejante imbécil? ¿Por qué sigue sufriendo y doliéndole un tipo que le causó tanto daño? ¿Por qué no acepta que ya se acabó? ¿Cuál es la necesidad de seguir con la esperanza del “podemos volver”? O peor aún: ¿Cuál es la necesidad de quedarte esperando a que un idiota cambie por “amor” y regrese con el anillo Cartier? Súperhipermegaverga.

Pero vámonos por partes. Para entender esto, busqué primero un concepto que dice lo siguiente:

Aferrarse.- prnl. Insistir con tenacidad en algún dictamen u opinión, empeñarse en algo. Aferrarse a una idea. U. t. c. intr. (RAE, 2012)

¡Ahora todo tiene tanto sentido! El problema es que no estamos aferrados a una persona, la cual ni siquiera ya suele estar en la escena. Estamos aferrados a una idea, nos aferramos al ideal y no aceptamos la realidad de las cosas. He ahí el dilema, mis queridos lectores, he ahí el pinche pedo del asunto.

Nos quedamos aferrados a lo que pudo ser, vivimos atados a una posibilidad y ciegos ante las circunstancias. Es tan horrible ver cómo tu amiga sufre por un retazo de hombre; lo peor es que siempre le dijiste que ese tipejo no era para ella, o esa perra de la que vive enamorado tu amigo, no merece ni respirar de su aire. Pero cuando uno es él/la que anda aferrado/a, no entiendes las razones que tienen para decirte que tu príncipe es un pinche sapo y que tu princesa es una hermanastra de Cenicienta.

La cosa es que en relaciones como la de mi amiga, donde siempre hay mil problemas y muchos “cortamos/regresamos” (sí, cada tercer día ponía algo en Fb súper ardido y después algo romantiquísimo, chale) potencializados al infinito. Creo que ahí es cuando te acostumbras a la posibilidad del regreso, o te acostumbras a no solucionar tus problemas de raíz y minimizar los hechos porque siempre: “Ay, amiga, ya sabes que siempre regresamos”, y que su puta madre.

Muchas de las razones para quedarte aferrado a la gente nada tienen qué ver con la objetividad, es por eso que es una actitud tan necia como ilógica. Son, mejor dicho, meras suposiciones y fantasías que se quedan en sueños guajiros. Mi amiga, como muchas de nosotras y nosotros, vive en el error de creer que algún día la gente cambiará, o mejor dicho: será como nosotros quisiéramos que fueran. Y no, la gente es como es y nadie cambia porque se lo diga otra persona.

Es horrible no poder dejar ir a la gente, el famoso “let go”. Seguimos enfrascados en las posibilidades y en un egoísmo insano. ¿Y por qué? La relación ya no da para más, los problemas siempre son los mismos, ya vives en un circulo vicioso que repite los mismos patrones y las mismas peleas, ¿por qué no avanzamos y dejamos de seguir dañándonos con algo que no evolucionará?, pinche pokebola ya se trabó. Esperamos el típico momento en que se dará cuenta de la chingonería de vieja que tiene enfrente, lo guapa, lo inteligente, lo estable, lo lúcida, lo in-cre-í-ble que soy y se dejará de tonterías y me valorará, o lo contrario: ella se dará cuenta de lo buen tipo, caballeroso, preparado y excelente espécimen que soy y dejará de andar buscando a sus patanes que no la idolatran como lo hago yo. ¿Pues qué creen? News flash: eso no pinches pasa. Eso es una ilusión, ese es el ideal del aferramiento. No podemos ver las cosas tal cual son, las queremos ver como quisiéramos que fueran. Y allá van, directo a hacer guerra en Facebook y Tuíter con diversos estados y empiezan a topar fotos de lo bien que la pasan en su soltería (“Amiga, es que ya subió mil fotos con sus amigos en la peda y él anda como si nada). Me lleva la chingada. Dejen de stalkear, es lo peor, SIEMPRE terminarán llorando y maldiciendo porque SIEMPRE encontrarán algo que les haga sufrir. SIEMPRE.

Yo les digo lo que le dije a mi amiga: “Cariño, tienes que aceptar la realidad por horrible que sea. Aceptar que te puso el cuerno con mil viejas, que no te quiso como tú hubieras querido, que fue un desgraciado blablablá, pero también aceptar tu responsabilidad, aceptar tus errores y aceptar que en una relación ambos la cagan, y tú mi reina, también tienes la culpa. Luego, tienes que ver sin filtros el panorama de post-guerra y empezar la reconstrucción. Empezar a sanar y a perdonar a ese cabrón y perdonarte a ti también, cambiar las cosas que tuviste mal y recuperar las cosas buenas que tienes. Date la oportunidad de sufrirle honestamente, con errores suyos y tuyos. Ponte una peda, a levantarse y dejarlo ir sin esperanzas de que regrese, ni con ganas de que vaya a cambiar. Ése, mija, no es tu pedo. Lo tuyo es volver a estabilizarte y recuperarte de la batalla, lo que él haga es asunto que no te debe interesar. Preocuparte de nuevo por ti y sólo por ti. Tienes que dejar de aferrarte y cerrarte a algo, a alguien, que no es para ti. Tranquila, amiga, del pinche suelo y una crudota de tequila, no pasamos”.

Es de las cosas más difíciles pero más liberadores el dejar de aferrarte. Háganlo sin miedo y sin dudas. Háganlo porque no merecen cargar fantasmas que no son suyos. Háganlo por su tranquilidad. Y no sé ustedes, pero yo prefiero disfrutar el presente que desgastarme por cambiar un futuro inexistente. Déjenlos ir, just fucking let go, mijos.